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Historia

Antes de la llegada de los españoles, la Sabana de Bogotá presenta tres periodos de ocupaciones humanas: 1. un periodo lítico o precerámico, 2. el denominado periodo Herrera y 3. los Muiscas. Aunque no se sabe con exactitud, los restos de Pecari y pepas de aguacate (Persea americana), apoyan la hipótesis que los primeros pobladores humanos de  la cuenca alta del Rió Bogota, provienen del Valle del Magdalena a finales del último periodo glacial: El Tardiglacial.

 

Debido a la gran variabilidad que presentaba el clima hace más de 12.500 años, las condiciones ambientales no permitían que los asentamientos humanos se establecieran en la Sabana de Bogota. Aunque las condiciones ambientales eran aun rigurosas y cambiantes después de esta fecha se encuentran evidencias culturales en la región. Para esta época no hay pruebas contundentes de asentamientos permanentes de hombres en este lugar, los abrigos rocosos como las Rocas de Suesca eran utilizados como campamentos temporales en las largas y duras jornadas de caza.

 

Los paleoindios fueron los primeros cazadores y recolectores que se refugiaban en abrigos rocosos como los del Abra (finca ubicada entre los municipios de Zipaquira y Tocancipa), sus principales presas fueron Venados (Odocoileus virginianus), Curies (Cavia cavia) Conejos (Sylvilagus brasilensis) y armadillos (Dacipus novemecinus) principalmente. Debido a densidades poblacionales muy bajas, estos primeros hombres tenían un impacto sobre su medio ambiente casi nulo (Van der Hammen 1998).

 

El periodo precerámico en la Sabana de Bogotá abarca desde 10.920 hasta hace 5.000 años antes del pasado. Las evidencias con las que se describió este periodo consisten en restos de mastodonte, caballo americano y venado, punzones en hueso; objetos hechos en astas de venado e instrumentos de piedra. Algunos de estos objetos asociados a tumbas sugieren que estos hombres ya contaban con rituales funerarios y entierros.

 

10.000 años antes del pasado se encuentran asentamientos humanos permanentes en la Sabana de Bogotá, los principales artefactos utilizados por estos hombres prehistóricos fueron fabricados con técnicas de percusión simple. Como materia prima fueron utilizados cantos rodados y Cherts. Dentro de los objetos encontrados desde 1970 hay raspadores, cuchillas elaboradas en lascas y raederas, la presencia de raspadores cóncavos sugieren el trabajo de materiales como madera. Este tipo de piezas son conocidas como Abrienses y Tequendamienses (Urrea 1990), los dos datan de este periodo lítico.

 

El periodo Herrera fue definido por su estilo cerámico y sus desarrollos culturales, un momento entre el periodo lítico y los músicas. Los desarrollos agrícolas de hace 3.270 años marcan cambios en el modus vivendi de estos hombres. El cultivo naciente de batata y maíz como suplemento alimenticio de los productos de cacería, eran sus principales fuentes de alimento. También se encontraron cultivos de algunas plantas como Ibias, Cubios, Ñame y Cucúrbitas. A pesar de este cambio en la manera de vivir, la densidad poblacional no era muy alta y su impacto sobre el medioambiente fue moderado (Van der Hammen 1998).

 

Los resultados de las excavaciones hechas por Thomas Van der Hammen y Gonzalo Urrea Correal (1962, 1969, 1977) no muestran una continuidad cultural en los estratos Herrera y Muisca, lo que hace pensar que los Chibchas no provengan directamente del periodo anterior; aunque hayan compartido el mismo territorio se han encontrado más diferencias que similitudes en sus adaptaciones culturales, como los tipos de cerámica que fabricaban, la práctica de la orfebrería, entre otras características.

 

Al parecer los Muiscas fueron la más grande y desarrollada cultura prehispánica del actual territorio nacional, habitaron todo el altiplano Cundiboyacense, desde La población de Pasca, en Cundinamarca, hasta el sur del departamento de Santander y las dos vertientes de la cordillera orienta. Lo que les permitía aprovechar verticalmente la montaña, y tener una  variedad de pisos térmicos representados en una gran diversidad de alimentos y recursos naturales y un comercio activo con otras regiones del país que enriquecía su oferta de servicios ambientales (Van der Hammen 1998)

 

Aunque no existen datos exactos con respecto a la población, los cronistas españoles relatan en sus historias un pueblo grande, se habla del poblamiento total de la parte plana de la Sabana de Bogotá, estas comunidades indígenas estaban divididas en dos cacicazgos, el del Zipa, el del Zaque y unos territorios independientes a los cuales pertenecía la población de Suesca.

 

Otra práctica religiosa generalizada en el altiplano, aunque con variaciones regionales en su ejecución, consistía en una dieta especial en los meses de Mayo y Julio, la cual estaba compuesta de alimentos provenientes únicamente del bosque, en esta época del año el fogón permanecía apagado, lo que rendía tributo a sus deidades.

 

En las rocas de Suesca encontramos una gran cantidad de pictogramas 19 en total, estos fueron realizados con tinturas que dan colores el rojizos; dichas tintas fueron fabricadas a partir de minerales (cinabrio y óxido de hierro), vegetales y animales (sangre y huevos); la mayoría de los pictogramas de la Sabana son de color Rojo (Martínez & Botiva 2004).

 

Estos pictogramas se han mantenido debido a un equilibrio entre los tintes que fueron utilizados y la roca escogida para su elaboración, desafortunadamente en la actualidad el factor más determínate en el deterioro es la mano humana, pues los estos se han visto afectados por rayones y grafitis hechos por personas inescrupulosas que no conocen ni valoran nuestro patrimonio cultural (Martínez & Botiva 2004). Es recomendable no escalar las rutas que tienen pictogramas.

 

Once meses duro la travesía de los españoles por el Valle del Magdalena y la zona selvática del Opón, expedición que se cobró mucha vidas por lo inhóspito del terreno y los ataques y emboscadas de tribus indígenas que se oponían a la colonización española. Al llegar a la Sabana de Bogotá se encuentran con un pueblo de agricultores pacífico y acogedor.

 

Suesca fue descubierto el 14 de Marzo de 1537 por Gonzalo Jiménez de Quezada. En la búsqueda del nacimiento del Rió Grande De La Magdalena, al llegar a Tora, subió por la ladera occidental de la cordillera oriental dirigiéndose hacia Boyacá en busca del Dorado, llegando así al altiplano Cundiboyasense, siguiendo hacia el sur llego a la Sabana de Bogotá y al municipio de Suesca (Alcaldía de Suesca 2000). Jiménez de Quezada estuvo en Suesca durante un periodo de 8 días, los cuales fueron suficientes para que escribiera un libro llamado Ratos de Suesca, paradójicamente este libro no se consigue en casi ninguna parte, probablemente en España.

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